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Sumersión étnica del fotógrafo Wagner Celestino visita la memoria negra paulistana a través de las imágenes de sus bailarines de samba pioneros
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Ya dijeron que São Paulo era la tumba del samba. De cierto, se olvidaron que el samba agoniza, pero no muere. Esa inmortalidad rítmica y sanguínea pulsa no solamente en las letras y batuques de las ruedas de samba diseminadas por la ciudad, pero también en el mezclado cotidiano paulistano, entrelazándose en la trayectoria biográfica de personas que tienen el ritmo como religión, doctrina y estilo de vida, cuando no, como sentido para la vida.
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Y fue justamente a este último grupo que las lentes del fotógrafo paulistano Wagner Celestino, 59, se volvieron cuando, en marzo de 2003, él inició el audaz proyecto de registrar los remanecientes de la Vieja Guardia de las Escuelas de Samba de la Ciudad de São Paulo.
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La visita a la memoria negra paulistana a través de las imágenes de sus bailarines de samba pioneros, protagonistas de los primeros batuques de los cordones carnavalescos de la ciudad, recoloca a esos baluartes como actores principales de una película creada, producida y estrellada por ellos.
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El resultado de esa sumersión étnica y fotográfica es un ensayo poético, simple y sereno, que hace justicia a la importancia histórica de los 29 personajes retratados. Una verdadera homenaje a los ojos y oídos de los paulistanos, sean ellos bailarines de samba o no.
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“Registrar los remanecientes de la Vieja Guardia de las Escuelas de Samba de la Ciudad de São Paulo, es rescatar el papel fundamental del negro en la creación de uno de los mayores patrimonios culturales de la ciudad, el carnaval”.
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“Prácticamente todas las personas retratadas abrieron gentilmente las puertas de sus casas.
Busqué pasar esa afectividad a través de la fotografía.
Entre un café y un pedazo de torta de maíz busqué hacer lo mejor posible”.
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“Registrar los remanecientes de la Vieja Guardia de las Escuelas de Samba de la Ciudad de São Paulo, es rescatar el papel fundamental del negro en la creación de uno de los mayores patrimonios culturales de la ciudad, el carnaval”.
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“Prácticamente todas las personas retratadas abrieron gentilmente las puertas de sus casas.
Busqué pasar esa afectividad a través de la fotografía.
Entre un café y un pedazo de torta de maíz busqué hacer lo mejor posible”.
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“La última fotografía se hizo hace unos tres años. A pesar de las indiferencias, repudios y del analfabetismo cultural, continuaré encaprichado en este proyecto 2011.
La Vieja Guardia lo merece”.
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“La última fotografía se hizo hace unos tres años. A pesar de las indiferencias, repudios y del analfabetismo cultural, continuaré encaprichado en este proyecto 2011.
La Vieja Guardia lo merece”.
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